En 1995, sesenta y seis lobos fueron traídos de vuelta al Oeste americano, desde Canadá hasta el Parque Nacional de Yellowstone y también Idaho. Desde entonces, la especie se ha extendido a Montana, Wyoming, Washington y Oregón, y ahora hay incluso una manada entera viviendo en el norte de California. La población de lobos en estos estados ronda los 1700 ejemplares, un caso de gran éxito para los conservacionistas.
Como depredador apical, el lobo crea una cascada trófica de beneficios para su ecosistema, restableciendo el equilibrio a través de la cadena alimentaria. En Yellowstone, su reintroducción corrigió una inestabilidad causada por la expansión no controlada de mamíferos ungulados. Sin los lobos, las manadas de alces se incrementaron en exceso, los campos se pastorearon en demasía y los bosques resultaron dañados, destruyendo los hábitats ribereños de castores, pájaros cantones, nutrias, ratas almizcleras, patos, peces, reptiles y anfibios.
Los lobos solucionaron el problema. También sirvieron para limitar el número de coyotes, que consumían en exceso animales de pequeño tamaño e impactaron sobremanera en las aves de presa nativas. Además, los arbustos, revitalizados, produjeron más bayas, expandiendo la población de osos. Todo el ecosistema se benefició y recuperó el equilibrio natural.
La creciente población de lobos grises en Occidente fue inicialmente protegida por la Ley de Especies en Peligro de Extinción, en inglés, ESA. Sin embargo, el 17 de enero de 2017, los senadores republicanos introdujeron un proyecto de ley, apodado «La guerra contra la ley de los lobos». Si se aprueba este proyecto de ley, no solo se eliminarán las protecciones de la ESA sobre los lobos en Minnesota, Michigan, Wisconsin y Wyoming, sino que también despojará a los ciudadanos del derecho a impugnarla ante los tribunales Fuente: Infinitely Wild.
Jan Thomas