27/03/2025

El lobo no, el lince no, el zorro no, y… ¡los conejos tampoco!

En pleno siglo XXI, continua vigente el desafío a las leyes de la naturaleza y el ataque constante a los agentes naturales que regulan su equilibrio, a pesar de que la evidencia demuestra que la intervención humana no debería obstaculizar ni intervenir negativamente en el complejo y delicado mosaico de la biodiversidad, que siempre responde a las acciones adversas.

En los años cincuenta del siglo pasado, bajo la consigna “El hombre debe derrotar a la naturaleza”, el presidente de China Mao Tse-Tung culpó a los gorriones de ser uno de los peores enemigos de la revolución, por comerse las semillas de los granos y las frutas de las cosechas. Sentenciados por el dirigente, y considerados una de las peores plagas que combatir, ordenó a la población que se movilizara para que, de forma colectiva, procediese a su aniquilación. Obedeciendo ciegamente su consigna, millones de gorriones fueron perseguidos y acosados por la población, que producían ruido y un constante golpear de ollas y sartenes hasta que los pájaros caían exhaustos al suelo. También destruían sus nidos o los mataban con venenos. La desaparición de la especie trajo consecuencias catastróficas para todo el país. El vacío de los pájaros favoreció que enormes plagas de langostas arrasasen los cultivos de los ecosistemas rurales, lo que causó una gran hambruna y la muerte de decenas de millones de personas. Ante esa evidencia, el Gobierno de Mao comprendió que los gorriones, además del grano, comían insectos y ejercían de agentes reguladores en beneficio común. La irrefutable evidencia y sus terribles consecuencias los obligó a realizar una urgente repoblación. Se trajeron 200.000 gorriones desde la Unión Soviética como ayuda.

La idea de “derrotar a la naturaleza”, según Mao, mediante la aniquilación de especies que ocupan un lugar destacado en la cadena trófica continúa repitiéndose, en especial si estas son consideradas una amenaza para las actividades humanas vinculadas con la agricultura, la ganadería o la caza. En contraposición, para satisfacer determinados intereses, se continúa recreando “a la carta” el medio natural, reintroduciendo especies, sobre todo herbívoras, al mismo tiempo que se niega la existencia y participación de determinados depredadores naturales para que interactúen y regulen el desproporcionado aumento poblacional.

Asimismo, escopetas, trampas y venenos forman parte del catálogo de instrumentos recurrentes y aniquiladores utilizados sistemáticamente para poner al límite, o llevar a su desaparición, especies tan emblemáticas como los osos, lobos, linces o gatos monteses. En España, en la década de los cincuenta, y bajo la “ley de alimañas” de la dictadura, más de medio millón de animales fueron eliminados por los “alimañeros”, quienes a cambio recibían compensaciones económicas.

Reparar y compartir sin destruir

En las últimas décadas, la percepción social, y en menor medida la administrativa, por razones éticas y también prácticas, empieza a entender y a mostrarse favorable a un nuevo enfoque de la relación humana con la naturaleza y el retorno de algunas de las especies que nunca debieron desaparecer. Se está entendiendo que el medio natural es un patrimonio común que debe ser defendido, gestionado y compartido por todos. Contrariamente, esta nueva realidad no es entendida por algunos sectores que, acostumbrados a monopolizar su intervención en la naturaleza, continúan exigiendo la caza y la eliminación sistemática, como exclusiva solución para el equilibrio y regulación de las especies.

En Catalunya, por parte de determinados sectores, el simple avistamiento de algún lobo, sin haber llegado a un asentamiento en el territorio, ya ha sido motivo de alarma, lo que ha generado una desmesurada oposición. Este rechazo también ha sido manifestado ante la propuesta de reintroducir el lince, a pesar de haber sido bien tolerado, en territorios de otras comunidades. Contradictoriamente, son los mismos colectivos que se quejan de la proliferación de conejos, corzos o jabalíes, combatidos, inútilmente, con armas de fuego. El asentamiento del lince y el lobo, además del zorro, podrían ejercer su función de agentes reguladores y aportar el necesario equilibrio a la biodiversidad.

A la naturaleza no se la derrota, se la observa y se la respeta, para evitar que responda al desafío y la agresión. Carmen Méndez -Presidenta Ong ADDA

Boletin Ong ADDA "EL INFORMATIVO" nº. 55 Marzo 2025. Leer aquí

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