En pleno siglo XXI, continua vigente el desafío a las leyes de la naturaleza y el ataque constante a los agentes naturales que regulan su equilibrio, a pesar de que la evidencia demuestra que la intervención humana no debería obstaculizar ni intervenir negativamente en el complejo y delicado mosaico de la biodiversidad, que siempre responde a las acciones adversas.